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Los excluidos de la tienda
Al cierre del 2009 Ripley registró ingresos en el Perú por más de 880 millones de dólares. Un monto que sin duda proviene también del esfuerzo de sus 7.684 trabajadores. Pero en lugar de estimularlos mejorando las condiciones laborales, la cadena chilena de tiendas por departamento se niega a aumentar sueldos, modifica arbitrariamente horarios de trabajo, no paga horas extras, amenaza con no renovar los contratos temporales y le hace la guerra al sindicato.
Mientras en Lima un grupo de trabajadores de Ripley arriesgaba sus puestos de trabajo exigiendo a la empresa el pago de horas extras, nuevos horarios laborales y pasar a una planilla estable; en Santiago de Chile, Leandro Cortez, dirigente de uno de los más de 40 sindicatos de las tiendas Ripley en el vecino país, firmaba un nuevo contrato de negociación colectiva con más de 28 cláusulas a favor de los trabajadores. ¿Por qué Ripley si negocia y atiende a sus trabajadores chilenos e ignora a sus trabajadores peruanos?.
“No entendemos por qué nos tratan así. Formar el sindicato nos costó sudor y lágrimas. Despidieron a tres de nuestros compañeros y a otros que se habían afiliado los obligaron a firmar cartas en las que se comprometían a renunciar al sindicato. No hay ninguna consideración con nosotros y no podemos quejarnos con nadie. Son inmunes a las multas del Ministerio de Trabajo”, dice Silvia Elera, secretaria general del sindicato. A pesar de su cargo y de llevar más de once años trabajando en Ripley, ella también es parte de ese universo de empleados contratados temporalmente y sin mayores beneficios.
Desde Chile, Leandro Cortez escuchó de estos maltratos y hace unos meses decidió visitar el Perú. Lo impresionó la inestabilidad laboral y las prácticas antisindicales que son para él y su gremio una aberración. “Es un maltrato tener que esperar cinco años por un contrato indefinido. No entiendo cómo se permiten esas cosas en el Perú”, dice Leandro.
Ripley podría alegar que la culpa la tiene la legislación peruana que permite al sector privado ocho tipos de contratos temporales. No obstante, Enrique Fernández Maldonado, laboralista de la ONG Plades, aclara que, al cabo de tres años bajo esa modalidad de trabajo, la empresa está obligada a ofrecer estabilidad a su personal. Sin embargo, Ripley siempre encuentra la forma de burlar las normas. Hugo Visosa, secretario de defensa del sindicato, explica que ahora la empresa espera que un trabajador cumpla cuatro años bajo el régimen temporal y ya no le renueva el contrato, mejor dicho, lo despide. “Hace unas semanas el Ministerio de Trabajo los multó precisamente por este tipo de contratos pero ellos hacen caso omiso”, dice Hugo.
Llamamos a Ripley para conocer sus descargos y respondieron con un escueto comunicado. Recuerdan que apelaron el pago de una multa de 50 mil soles (US$ 17.921,15), de modo que se trata de un proceso aún en trámite. Lo que prefieren ocultar es que el propio Ministerio de Trabajo estableció que no hay apelación posible y que solo queda la vía judicial. “Empresas como Ripley tienen una facturación altísima y los productos que venden son en su mayoría importados, en el caso de la ropa, esta proviene de China, competidor directo del Perú en el mercado textil. Entonces, además de afectar a nuestra industria textil, Ripley tiene trabajadores en condiciones laborales precarias”, explica Fernández Maldonado.
Al sindicato dile no
Si Mirtha Llanos no le hubiera ganado un juicio a Ripley para que la repusiera en su puesto de vendedora integral estaría desempleada tan solo por haberse atrevido a ser parte de un sindicato. “Me tomó dos años volver, en diciembre del 2009 me reintegré al Ripley de Megaplaza”, cuenta Mirtha. La empresa no tuvo más remedio que acatar la orden del Poder Judicial y ofrecerle un contrato indefinido. No pudieron probar que Mirtha había incurrido en falta alguna. “Dijeron que descuidaba mi trabajo por formar parte del sindicato y eso no era verdad. El juez vio que Ripley no tenía sustento y falló a mi favor”. Al menos Mirtha tiene de su lado a la justicia para poner en raya a la empresa. Pero el otro 80% de los trabajadores de las tiendas siguen bajo un régimen temporal, temerosos de hacer algún reclamo y no tener contrato el próximo mes.
“El sueldo básico para los vendedores es de 100 soles (US$ 35,84), ni siquiera el sueldo mínimo. El pago de comisiones tiene como referente las ventas realizadas. Todo depende del mes del año y del área en que trabajes”, explica Hugo con una copia de su contrato de trabajo en la mano. Son ocho las condiciones que pone Ripley. Entre ellas la obligación del trabajador de prestar servicios según las necesidades de la empresa y en el horario rotativo que esta indique. Ni una línea sobre pago de horas extras o pago de beneficios por productividad. Si el sindicato solicita una reunión para discutir ciertas medidas, como el cambio de horarios que Ripley impuso desde el 5 de julio, la empresa los ignora y ejecuta su disposición.
Silvia Elera explica que la ley de trabajo los ampara como sindicato. “Si la empresa quiere hacer alguna variación en las condiciones laborales debe consultarnos. Pero acá eso no se respeta. Los nuevos horarios nos perjudican porque somos netamente comisionistas y si nos dan horarios en los que la afluencia de público es baja perdemos nuestro sueldo”, explica Silvia.
Leandro Cortez explica cómo son los contratos de Ripley en Chile. “La mayoría de los sindicatos tenemos contratos colectivos o convenios. Como Ripley tiene varias razones sociales, cada tienda tiene su sindicato. Somos 14 mil trabajadores”. Según explica, los vendedores tienen un ingreso mínimo de 320 dólares (172,000 pesos) y en sus contratos se especifica que la empresa debe entregar el horario con una semana de anticipación al mes que está por empezar. Este no se puede modificar, salvo en casos excepcionales. Los trabajadores tienen derecho a bonos de movilidad, de refrigerio, de desempeño, y también cada cinco años de trabajo. Además del pago de comisiones (incluso si no logran sus metas de venta), de aguinaldos, de asignaciones especiales por escolaridad, matrimonio, natalidad, fallecimiento del trabajador, del cónyuge, de los hijos, de los hermanos, abuelos o suegros. Ripley también se comprometió a darles capacitación, préstamos especiales en caso los necesiten y a colocar en cada boleta de pago el detalle de las comisiones que reciben.
En Chile les hacen caso
En el Perú las cosas son muy distintas. “Cuando nosotros vimos el contrato colectivo que Ripley le aceptó a Leandro quedamos muy sorprendidos. Aquí con las justas logramos un convenio en marzo del 2008 en el que se comprometían a otorgarnos las utilidades proyectadas para los ejercicios 2008, 2009 y 2010. Se acordó una asignación por escolaridad de S/. 200 (US$ 71,68) y una asignación por movilidad de 10 soles (US$ 3,58) para quienes salgan en el turno de la noche”, cuenta Hugo Visosa. Él lleva once años trabajando en la tienda del Jockey Plaza. Cuando ingresó le dijeron que a veces debería quedarse un par de horas por la mayor demanda de trabajo pero que eso era temporal. Nunca le pagaron las horas extras. Aún cuando él y sus compañeras admiran la gestión de los sindicatos en el país vecino, la laboralista chilena Marcela Ramos Arellano reveló en un informe del 2007 que existía una trampa sobre los sueldos mínimos que pagaba Ripley.
Para alcanzar dicho sueldo debían vender un monto determinado. Una vez lograda esa meta recién podían empezar a ganar comisiones. No obstante la ley obliga a la empresa a pagar el sueldo mínimo sin importar las metas o condiciones que Ripley imponga. “Por eso es tan importante que exista una cultura sindical. Cada vez que Ripley crea una sucursal, en un par de meses se constituye el sindicato, y cuando creemos que la empresa infringe nuestros derechos solicitamos a la Dirección del Trabajo, que es un organismo dependiente del ministerio, que los fiscalice”, explica Leandro. Mientras tanto, Mirtha, Silvia y Hugo siguen en la lucha por sus derechos. No están de acuerdo con el nuevo sistema de horarios que además de afectarlos en sus comisiones también afecta su vida familiar y su salud. “Tenemos que venir a la hora que a ellos se les ocurra, no importa la hora del almuerzo y menos si tengo hijos que cuidar”, dice Mirtha. También siguen esperando el pago de sus horas extras desde hace 13 años, y que los contraten como personal estable. ¿Que si les gustaría ascender? Claro, esa fue la promesa desde el primer día en que pisaron Ripley, cuando todos tenían menos de 20 años y eran solteros. Hoy están casados y con hijos. Le entregaron parte de sus vidas a una empresa que los ve como números en un balance de fin de año.
Claves
Ripley comenzó a operar en 1996 con una tienda en el Centro Comercial Jockey Plaza. Hoy tiene 13 tiendas. El 25% de sus ingresos proviene de sus operaciones en Perú.
Bajo la sociedad que mantiene con Saga Falabella para la construcción de centros comerciales Aventura Plaza, Ripley anunció el estreno de seis nuevos centros comerciales en el Perú durante el período 2010-2015 con una inversión de 360 millones de dólares.
El 80% de los trabajadores de Ripley trabajan bajo el sistema de comisiones. Sus contratos laborales tienen como extensión máxima tres meses.
Ripley Perú
Ingresos totales 2008: US$ 590.977.000
Ingresos totales 2009: US$ 888.000.000
Por María Isabel Gonzales
Foto Eduardo Cavero
Extraído de la edición del 18/07/2010:
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100718/9/node/278970/todos/1558
Contacto: marcio.monzane@uniglobalunion.org