News
CLARO aplica una modalidad de trabajo que perjudica al trabajador
En Medellín hay unas 5 empresas contratistas que trabajan bajo la modalidad de contratos por prestación de servicios conocida como “corretaje”; una modalidad contractual de carácter comercial que tiene a cientos de asesores comerciales en condiciones laborales que no pueden ser más precarias: sin un salario definido, sin prestaciones sociales, sin vacaciones y sin ninguna garantía de las estipuladas por la ley. La pregunta es, ¿cómo una multinacional que, en el sector privado, es la que mayores ganancias obtiene en Colombia, ofrece las peores condiciones laborales?
En la siguiente crónica los protagonistas son tres jóvenes que trabajan para CLARO en la modalidad de corretaje, quienes denuncian la precariedad de su situación laboral.
Cuando Luis Alfonso Torres supo que la empresa Artecom Comunicaciones S.A.S necesitaba personal, acudió de inmediato. Lo mismo hicieron posteriormente Gustavo Gaviria y Luis Moreno, quienes firmaron un contrato de prestación de servicios cuyas condiciones son claras: no reciben un salario mínimo ni prestaciones sociales, y nada de vacaciones ni horas extras. Solamente reciben una comisión de $30 mil por cada venta que hagan. Cuando el trabajador alcanza la meta mensual, que es de 21 ventas, se le paga un bono adicional de $500 mil pesos, y solo aquellos que hagan 15 ventas tienen derecho al pago de salud. Y el día en que terminen su contrato, sea cual sea la causa, no tienen derecho a liquidaciones ni indemnizaciones.
Esta modalidad de contrato se conoce como “corretaje”, y es la que rige para cientos de asesores comerciales de Claro, una multinacional cuya política nacional es tercerizar la contratación de trabajadores y acabar con los empleados directos. En Medellín tienen convenios de tercerización con 6 empresas contratistas que le suministran mano de obra barata. Una de ellas es Artecom Comunicaciones, en la que trabajan los tres protagonistas de esta crónica. Es una empresa de cobertura nacional que en Medellín, para manejar un personal de 200 asesores comerciales, cuenta con 5 empleados que laboran en una pequeña oficina.
“Reiteradamente hemos buscado la manera de trabajar directamente para Claro, pero nos dicen que no quieren más trabajadores directos”, dice Torres.
La incertidumbre de no tener un salario fijo
Una de las mayores dificultades de los asesores comerciales tercerizados es la inexistencia de un pago mensual definido. Éstos no cuentan con este beneficio pese a realizar las mismas funciones de los trabajadores directos. Deben desplazarse por la ciudad y lograr que los clientes firmen contratos de afiliación a servicios de Claro, algo que es más complicado de lo que parece, pues hay muchos vendedores para pocos clientes.
En Medellín su desventaja mayor es la fuerte competencia con UNE, empresa nativa de la ciudad que sigue siendo la preferida de los antioqueños. “UNE retiene a sus usuarios para que no se cambien, y muchas veces nosotros no tenemos promociones mejores que las de ellos, por lo cual no vendemos como quisiéramos”, explica Gaviria.
A ello se suma la competencia entre los mismos asesores de Claro. La estrategia de esta empresa es aumentar el número de asesores. Tanto así que las empresas contratistas, que Claro llama “aliados”, no tienen ningún rigor en los procesos de selección. Casi que enganchan a todos los que lleguen buscando trabajo, entre otras cosas porque debido a las precarias condiciones laborales que les ofrecen es muy alta la rotación de personal. Todos los días salen empleados que no soportan esas condiciones.
“Solo les importa conseguir gente que trabaje para ellas, y eso les conviene porque al fin y al cabo no pierden nada: si alguien no vende no recibe dinero, y así la empresa no gasta en prestaciones ni en garantías laborales”, agrega al respecto Gaviria.
Y eso obviamente lo complica todo para los asesores, a quienes ya les es difícil alcanzar la meta mensual. “Cuando todavía se llamaba Telmex, en Medellín había casi 800 trabajadores directos y sólo tres o cuatro empresas contratistas. Ahora hay 125 trabajadores directos y más de 1.000 tercerizados”, dice Moreno.
Así que, en su afán por vender, estos asesores caminan la ciudad, soportan fuertes calores o persistentes lluvias, tocan puertas y aguantan rechazos. Además, cuando llegan a su zona se pueden encontrar con asesores directos de Claro o de otras empresas contratistas diferentes a Artecom, lo que incrementa las posibilidades de no lograr las ventas que necesitan para hacerse a un salario digno. En ocasiones Luis, Gustavo y Luis Alfonso logran un salario de $800 mil o más, pero en otras solo alcanzan comisiones de máximo $300 mil.
Por otra parte, los asesores comerciales tercerizados están perdiendo una de las pocas ventajas que tenían, que era trabajar en cualquier punto de la ciudad. Desde hace algunas semanas les están asignando zonas específicas, o sea que ya no pueden conseguir clientes en otros sitios.
Otra dificultad es que la cantidad de asesores comerciales supera por mucho el número de técnicos que hacen las instalaciones, lo cual representa un gran problema. “Si uno, por ejemplo, hace 30 ventas al mes, pero la empresa solo alcanza a instalar 18 servicios, no nos pagan el equivalente a 30 ventas, sino a 18, lo que significa perder el bono de ese mes”, dice Torres. A eso se agrega que debido a las demoras en la instalación muchos clientes insatisfechos optan por no adquirir productos de Claro. Y así las cosas los asesores no tienen cómo lograr que la empresa les reconozca las comisiones de las ventas realizadas, habida cuenta de que el error no es de ellos sino de la empresa.
Los riesgos del trabajo por “corretaje”
A la incertidumbre de no tener un salario mínimo mensual, a esos asesores por “corretaje” se les suma el riesgo de tener que hacer su labor en la calle sin garantía de una afiliación a salud por parte de la empresa. Y en la calle son altas las posibilidades de que les ocurra un accidente laboral y deban costear todos los gastos de su bolsillo porque la empresa no paga ni siquiera una Administradora de Riesgos Laborales (ARL).
“Hace 15 días, John Byron Correa, un compañero nuestro, tuvo un accidente de tránsito mientras iba a cumplir una cita con un cliente. Está siendo atendido gracias al SOAT, pero los días que duró su incapacidad los perdió porque nadie se los reconoce”, cuenta Torres.
Son tan malas las condiciones de los trabajadores tercerizados de Claro, que ni siquiera cuentan con suficiente dotación de ropa de trabajo. El uniforme de los asesores comerciales consta de una chaqueta, una gorra y dos camisetas. La chaqueta se le entrega al trabajador nuevo cuando completa las primeras 15 ventas, antes no. Asimismo, en muchas ocasiones les toca trabajar con una sola camiseta e, incluso, con una que no tiene el logo de la empresa. Cuando esto ocurre les pegan en el pecho un botón de Claro como identificación.
Tampoco tienen subsidio de transporte, por lo que casi siempre les toca caminar mucho en busca de clientes, con el agravante de que hay zonas de Medellín donde no gustan de la presencia de los empleados de Claro, e incluso los han amenazado con armas. “En Castilla le sacaron revólver a uno de los compañeros. Lo que pasa es que muchas veces creen que vamos a desconectar servicios y nos tratan mal o nos echan”, recuerda Gaviria.
Tal vez su único punto a favor es que no tienen un horario fijo, por lo que algunos pueden estudiar. Pero aun esta ventaja tiene sus bemoles porque algunas veces deben acogerse al tiempo de los clientes, y les toca hacer ventas por la noche. Además deben asistir a las reuniones y capacitaciones programadas por los coordinadores de la empresa, tiempo que no les pagan.
Y deben los asesores aguantar la presión de los coordinadores cuando éstos ven que no están alcanzando las metas propuestas, como si la misma empresa no fuera responsable de ello.
El odio al sindicato
Cansados de tanto abuso y precariedad laboral, Luis, Gustavo y Luis Alfonso se afiliaron a Unión Claro y Tic, el sindicato de la empresa, buscando con ello mejorar sus condiciones con respecto a los trabajadores directos.
De los 200 trabajadores que tiene Artecom, solo 18 pertenecen al sindicato, y todos han sido víctimas de represalias por parte de la empresa. Permanentemente son señalados como personas perjudiciales.
Estos 18 trabajadores hace dos semanas presentaron pliego de peticiones, pero lo tuvieron que hacer vía correo electrónico porque no se los recibieron personalmente. Sin embargo, al día de hoy no han recibido ninguna respuesta al respecto. Lo que si ocurrió inmediatamente después de que presentaron el pliego, fue que a 9 de ellos les bloquearon la tarjeta SIM de sus celulares, la cual les dan a los asesores comerciales como medio para comunicarse con números corporativos y para ingresar las ventas realizadas al sistema. Con ello les limitaron su herramienta de trabajo, y eso solo puede ser visto como una represalia por afiliarse al sindicato.
Aunque la mayor injusticia fue el despido del coordinador del grupo al cual ellos pertenecen, quien no sabía de la existencia del pliego de peticiones. Aun así la empresa terminó su contrato bajo el argumento de que “no avisó acerca de quienes se querían unir al sindicato, para poder echarlos antes de que lo hicieran y presentaran el pliego de peticiones”.
Situaciones como esas hacen que los demás empleados solo tengan dos maneras de ver el sindicato: con temor o con rabia. Temor, porque mostrar cualquier simpatía con el sindicato les puede dañar su hoja de vida; y rabia porque en la empresa han dicho que van a cerrar por culpa de los sindicalistas, ya que “Claro y Artecom Comunicaciones S.A.S son muy pobres, como para poder pagar todo lo que están pidiendo en el pliego”, cuenta Torres.
Luis, Gustavo y Luis Alfonso esperan que las cosas mejoren y puedan tener un trabajo digno. No tienen miedo, porque saben que están haciendo lo correcto y tienen, por ahora, la garantía del fuero sindical.
Fuente: ENS